De repente había algo en mi cuerpo que no pertenecía a él. Una sensanción difícil de describir. Unos síntomas que cada quien descubre y vive por sí mismo, pero que son únicos y sin prescendentes.

Si es cierto que esta enfermadad se hizo en un laboratorio, entonces se encargaron de ponerle unas cualidades que fueran únicas e irrepetibles y que tuvieran como características el que la padezca no sepa explicar bien lo que siente. Yo intentaré describirlo.
Hace tiempo que se sentía en mi cuerpo una sensación de cansancio. Como cuando subes cubetas de arena a un 5to piso. Es fácil creer que hay un elemento de estrés en todo esto, puesto que el bombardeo de información es tal, que uno empieza a creer que tiene los síntomas y que éstos son imaginarios.
El tema se complica cuando aparecen síntomas reales. Un día vas al laboratorio y te dicen: ¡TIENES COVID! Los escalofríos son los primeros en llegar. Es un indicativo de que tienes una fiebre intermitente que te hace arropar el cuerpo cuando llega, pero que te hace querer salir corriendo a tomar aire, cuando se va.

Se empieza a sentir una pérdida del olfato. Sabes que respiras, e incluso, muy bien y fluido, pero no percibes el olor y esto, a su vez, te elimina, casi por completo, el sentido del gusto. Al estar en un mundo sin olor, esto como que de alguna manera te desconecta de la realidad y de repente te sientes que estar en un limbo.
Nunca pensé que el olfato diera un balance tal, al cuerpo humano, que su ausencia te hace perder la gravedad. Sientes que estás hibernando y eso hasta te afecta el sentido del tiempo. Tienes que ver constantemente el reloj para saber en qué parte del día estás. Te vuelves tonto, soso, insípido. El cuerpo no concibe no disfrutar de los sabores. Puedes tomar té de cebolla y ajo y será como agua que sabes que está caliente, porque la sientes caliente.

Para completar el combo de novedades, experimentas los mareos más raros que jamás hayas vivido. Un vértigo constante. Si al vértigo le sumas la falta de olfato, puedes decir que ya sabes lo que es estar en otro planeta. Un cambio de atmósfera total.
Los síntomas son demasiado diversos, porque no todo el mundo puede llegar a experimentar los que incluso fue tan pregonado por los medios de comunicación hasta hacérnoslo saber de memoria. Esto va más allá todavía.

Hay una sensación que se percibe en la cara, por la nariz y los pómulos. Es como una sensanción muy leve de picor, como si tuvieras arañas debajo de la piel produciendo calambre. En la garganta hay una resequedad, que luego descubrí que es lo que, si tú lo permites, te produce la tos seca. Nunca tuve esa tos, porque me hidrataba mucho con té de cebolla y sueros a temperatura, ya que las bebidas frías estarían descartadas por par de semana.

Cuando tienes COVID hay una sensación de que sientes asco de ti mismo. Es algo extremadamente incómodo. Te imaginas el virus en forma de araña por todos los lados que tocas. Te lo imaginas en tu teléfono celular, en tu baño, en tu almohada, en el carro. Esa sensación se va calmando, conforme te vas adaptando a lavar tus manos a cada momento, pues, aunque obtengas un diagnóstico positivo, debes mantener la estricta higiene.
De tanta información, la gente, de por sí, ya se ha hecho experta tratando esta enfermedad. Siempre hay que ir a un neumólogo para un visto oficial del panorama particular. Pues he sabido, con todo esto, que hay que hacer una placa al torax para ver si no hay daños, e incluso, percibir si hay una neumonía. Pero el tratamiento principal es el que ya la mayoría de los que han sido tratado, manejan.

Mi rutina empezaba con una pastilla de vitamina C, una de complejo B y una de vitaminta D. El plato fuerte era la Ivermectina, la cual me sorprendió que me vendieron sin receta. Me tomaría 1 diaria. Tenía acetaminofén, pero el dolor de cabeza solo duró 2 días y no llegué a consumir más de una. La fiebre también fue un solo día.
El complemento de la cura fue hacer gárgaras con Listerine, como 4 o 5 veces al días. Las gárgaras más efectivas, según la leyenda urbana, es la combinación de vinagre blanco con bicarbonato, una bomba.
Por último, los vapores no se pueden quedar. Vertiendo agua en una olla, dar fuego hasta el punto de hervir y mezclar aceite de eucalipto con mentol. Lo tapas para que haga mucho humo y luego aspirar todo ese humo, tanto como sea posible.
Hay que entender que es una enfermedad que empieza por la nariz, luego baja a la garganta. Según los comentarios, es allí, en la garganta, donde hay que atacar, para evitar que baje a los pulmones. Por eso este ritual sanador debe hacerse de forma agresiva, varias veces al día.