
No solo lo impresionante de la foto, no solo que no tuvo filtro, nada de efectos, si no que había sido un día terrible para trabajar… Había pasado un largo aguacero, lo cual es, evidentemente, un obstáculo para trabajar en un aeropuerto, si no que los ánimos estaban tal cual el cielo, enfurecido por factores diversos. Pero había que lucir el profesional, guardar esos bajos ánimos para otro momento y, definitivamente, trabajar. Según reza el adagio, después de la tempestad, viene la calma, y ese día fue manifestado que con una simple maniobra de la naturaleza, los sentidos se calman, la mente es maleable ante un paisaje que, más que bonito y tranquilizante, te dice, pues, «ahí vamos, así acaba tu día y prepárate, porque mañana viene otro y no precisamente con bonito paisaje». Solo que hay que desdoblarse ante lo que venga. Esta será por siempre una de mis fotos favorita, conjuga la moraleja y la ironía a la vez. Puede llover, pero puede ser que el cielo haga sus trucos de colores para decirte que no olvides que no lloverá para siempre, que allá, en el fondo, esta la esperanza, la recarga de energía, para que te hagas más fuerte y sigas la batalla.