
Desde que tengo uso de razón, siento que en nuestro país nos pasamos toda la vida entre campañas políticas. Si mal no recuerdo, este sentimiento era un poco más leve cuando todas las elecciones, tanto las presidenciales como congresuales, estaban unificadas. Al dividirse, es como si cada dos años un agresivo bombardeo de publicidad, lo cual se manifiesta en una eminente contaminación visual, se desata, sin discriminar localidad, ni siquiera por ser, algunas, foco de turismo, como lo muestra la imagen de esta intersección de la autovía del Coral y la carretera de Verón, en Punta Cana
Todos los turistas que llegan y se van, tienen que ver estas caras, estos carteles, estas sonrisas que te dicen «quiero ser síndico, pero ensucio la ciudad», «quiero ser regidor», pero no me importa el medio ambiente…
En fin, éste parece ser un mal eterno que nos coloca, cada vez más distante del equilibrio ornamental con que cuentan otras ciudades donde si importa la comunidad y donde ya superaron que con estos carteles no se hace, siempre, una buena publicidad. «Por sus frutos lo conocereis» reza el versículo 16 del capítulo 7 de Mateo… y ese parece ser el primer fruto de casi todos los políticos dominicanos, sus vallas con que cumplen, de seguro, al menos, la promesa de contaminar nuestras ciudades.