
El tren en el que nos ha montado la vida, y no precisamente el metro, abre cada vez más, una brecha entre la realidad y lo que nuestros sueños albergan. Un posible futuro en que los jóvenes de 25 a 35 años logremos realizarnos, teniendo lo básico, para que lo que siempre trabajamos, techo, transporte y comida. Este pensamiento llega a mi mente cuando vi, vanamente, un reportaje que decía que la media de jóvenes entre estas edades, poco más de una década atrás, era, dramáticamente, superior a la que, en estos tiempos, puede lograr comprar su propia casa. Esas estadísticas estaban calculadas dentro de los Estados Unidos; pero comparamos la realidad dominicana, posiblemente el resultado ni siquiera llegue a lo dramático, más bien, desalentador, pues comprar una casa en estos tiempos es un sueño tan alto como algunas de las torres que, por cierto, hacen quedar a la ciudad de Santo Domingo como una ciudad moderna, cosmopolita, pero lejos, extremadamente lejos de la realidad.